POR QUÉ UNA CASA DE LUJO PAGA MENOS LUZ QUE TÚ

Pawel se dedica al comercio internacional. Siempre me recuerda que, al contrario que hacen los jóvenes de hoy, él se marchó de casa a una edad muy temprana, cuando decidió que no veía futuro allí donde vivían sus padres.

Me gusta mucho su historia de éxito y él lo sabe, por eso me la ha contado varias veces. También porque Pawel disfruta practicando el español y compartiendo sus batallas con los pocos conocidos que tiene por aquí.

Hace un par de noches estábamos relajados en el salón de su casadensueño, recostados en sendos sillones, mirando las luces de la bahía a través de enormes ventanales. La hipnotizadora voz de Sade nos acompañaba de fondo, fluyendo suave a través de un nutrido grupo de altavoces empotrados en lugares indefinidos, absolutamente invisibles. Yo les escuchaba a ambos, absorto detrás de una copa de buen vino que aporté para aquella ocasión.

La historia de Pawel suena diferente cuando la cuenta él, con su típico acento. Por mucho que yo, bromeando, lo intente imitar, no me sale igual:

“Ni un año más esperé desde que me puse a trabajar como soldador en una empresa de Polonia para juntar el dinero suficiente para comprarle a mi tío su vieja DKW. ¡Recuerdo que ya entonces tenía casi un millón de kilómetros! Tuve que recortar la espuma del colchón de mi cama para que entrase en la caja de la furgoneta. Con el sueldo de dos meses más, hice la maleta, abracé a mi madre, estreché la mano de mi padre y me fui a Alemania…”

Pawel no es una persona corriente. Sí, realmente tiene mucho dinero y sabe disfrutar de él en sus casas repartidas por todo el mundo, pero lo que lo hace poco común, a mi modo de ver, es que se preocupa realmente por el impacto que puedan tener sus actos en los que le rodean:

“La gente gana dinero con las necesidades de los demás. Yo lo hice, no es ilegal ni deshonesto. Si necesitas algo y no puedes conseguir por ti mismo, alguien te lo tiene que dar…” 

(Creo que esta es su frase favorita).

– “Para esta casa me hablaste de poner placas fotovoltaicas. Cuando la construimos me dijiste que me haría falta mucha luz, que el precio iba a subir por la demanda creciente de energía y porque las eléctricas querrían sacar su tajada. Yo te hice caso y hoy te lo agradezco, pero no tanto por el dinero que me ahorro…”

(Pawel a veces también sabe ponerse muy solemne).

– “… sino porque siento que devuelvo al mundo un poco de la suerte que yo tuve pudiéndomela hacer: He usurpado la tierra que piso llenándola de hormigón, pero he reforestado el resto de la parcela; He comprado lujosos muebles para estar cómodo, pero todos ellos, la ropa que llevo, incluso la comida que como, proviene de fuentes sostenibles; Y gasto la energía que yo mismo produzco. Y, como me sobra, la comparto con mis vecinos para rebajar la huella de carbono que todos nosotros dejamos con nuestras estresantes vidas…”

Los argumentos de Pawel siempre me han parecido razonables. Muy suyos, pero muy sensatos. Como él dice, todos (y cada cual a su nivel) podemos hacer por que este sea un mundo mejor.

¿Y tú? ¿Tienes argumentos para mejorar las cosas? ¿Los pones en práctica?