Yo tengo un mantra: Las casas bien hechas son bellas por lo que se ve y por lo que no.
Me gusta porque creo que es contundente. Me exige y me recuerda una de las máximas que justifican mi trabajo.
Mi amigo Adam (que hace casas para famosos) siempre dice que una vivienda es como un ser vivo. Nace, se construye y está en cambio constante. Genera su historia y se acaba demoliendo.
Sus instalaciones son las venas, los músculos y tendones que la hacen funcionar. Todo en su sitio, bien colocado, funcional y hermoso.
– “¿Sabes cuál es la parte que más puede afear a una casa?”- me pregunta Adam, con su sonrisa de medio lado– “Pues, sin lugar a dudas, las instalaciones hechas sin cariño, sin orden y sin pensar. Ese amasijo de tubos, cables y conductos, soportes y bandejas, que se intentan esconder en el techo o se empotran tras las paredes, cruzándose entre sí, formando un enredo amontonado”.
En una vivienda hecha así, nos quedan a la vista los restos del mal trabajo en forma de tapas y registros, como las cicatrices de una operación. Los de la electricidad, los de telecomunicaciones, la compuerta de la máquina del aire o la chapa de los colectores del suelo radiante.
Desde que conocí a Adam, trabajando en una casadensueño, él y yo, bromeando, dividimos a los instaladores en dos grupos: cirujanos y matasanos. Los segundos siempre justifican sus carnicerías diciendo que todo se va a tapar y que nada se va a ver cuando la obra esté terminada.
Pero eso no es del todo verdad. Porque los que participamos de ese trabajo siempre tendremos en la mente lo que esconde el cartón yeso: Lo bonito que nos quedó por fuera y el desastre que hay en su interior.
Recordando a Adam, hay dos consejos que yo siempre doy a quienes quieren dar el salto cualitativo y entrar en la construcción de viviendas de lujo. Aunque, como él, piense que todos no valen para ello:
Primero: Todo se planifica antes de ejecutarlo, se mide, se dibuja, se piensa. Pregúntate si hará ruido, si vibrará, si se moverá, si el que venga detrás tendrá espacio y podrá hacer bien su trabajo…
Segundo: Explica a todos y cada uno de tus trabajadores la utilidad de lo que están haciendo, su objeto. Y, más allá de eso, implícales y asegúrate de transmitirles la filosofía de que la belleza importa tanto como la funcionalidad. El arte está en todos sitios, también en la forma en que colocas tus conductos en el techo.
Recuerda: Las casas bien hechas son bellas por lo que se ve y por lo que no.