Nunca entenderé una instalación en la que los tubos se crucen, se mezclen o se descuelguen desde el techo… Eso, para mí, nunca será instalar. Y, evidentemente, el que lo haga no será un instalador. Será tal vez un “cuelgatubos” o un “perchacables”, pero no un instalador.
Soy maniático, lo reconozco. Bastante. Y muy pesado también, cuando el objetivo es que el trabajo quede realmente bien hecho. Y en las instalaciones me gusta que las cosas estén en su sitio. Aunque luego llegue el escayolista y las cubra para siempre.
Una vez alguien me preguntó que porqué me preocupaba tanto de lo que iba a quedar oculto. Y mi respuesta fue que el que lo hizo, el que lo vio y yo, sabremos que “eso” quedará ahí escondido. Y mejor que nunca se tenga que volver a abrir, porque entonces alguien del futuro dirá “hecho por aficionados”, como poco.
Otra vez alguien me dijo que ordenar en líneas rectas era gastar más material, más recorrido y más caída de tensión (en el caso de las líneas eléctricas, evidentemente). Y eso me hizo ponerme a calcular qué pérdidas tenemos por cada metro de cable de más, imaginando el circuito a plena carga. El resultado fue de un 0,1%.
Ese cálculo me permitió calibrar lo maniático que soy: un 0,1% más que cualquier aficionado.